Narrativa y objetividad

De la interesante conferencia de Jill Abramson The importance of narrative, en el siempre sugerente espacio de Conversaciones, un grupo de profesores de Comunicación -en una conversación posterior ya de vuelta a casa- conveníamos con ella en dos cosas.
Por un lado en la necesidad de reconducir el ocaso de las humanidades que inunda las universidades y que tanto afecta a la narrativa. Y renovábamos nuestra ilusión por inspirar en nuestras aulas y entre nuestros alumnos el gusto por las grandes historias humanas. Primero por leerlas, verlas o escucharlas. Luego por contarlas: alentar la ambición de nuestros estudiantes -futuros periodistas- por emular a esos grandes narradores. Interesante en esta línea el trailer que presentaba esta tercera edición de Conversaciones.
En segundo lugar compartíamos su concepción de la objetividad como amplitud de mente, honestidad intelectual abierta a opiniones informadas diferentes a las propias, pero amante y defensora de una verdad que, alcanzada con esfuerzo, no deja indiferente. Por tanto, no solo admite sino que reclama la narración brillante, emocionada, vital y comprometida de esa verdad.

Caché de influencia

Político, un medio especializado en la política de Washington que publica información a diario a través de la web y en papel una vez a la semana, ha anunciado su desembarco en Europa. El interés de este anuncio radica en la posibilidad de que este medio tenga en el entorno de decisión europeo la misma influencia que tiene ya en los pasillos del Capitolio. Seguir pocos temas y a fondo, es una de las claves de funcionamiento de este medio en Estados Unidos y con esa pretensión llega a los jardines de la Comisión. Como Pennsylvania Avenue, la Rue de la Loi es un hervidero de grupos de presión que seguramente ya están trabajando el nuevo ejercicio con la mirada puesta en este nuevo medio, que trae a Europa el omnipresente grupo alemán Axel Springer. Interesante campo de estudio y de análisis comparativo.

Algo grande va a pasar

Fue breve su último viaje a los procelosos mares del mercado informativo. Y el experto marinero -¿qué esperaba?- vuelve algo magullado: dentelladas de animales, embestidas de piratas, raspaduras de las erizadas rocas que inundan el hábitat marino. Nunca el mar en calma hizo buenos marineros, bien lo sabe este arponero. Y al acercarse ya de nuevo a la costa, algo más restauradas las heridas y remozada la ilusión, retorna para algo grande. Si no, para qué volver.
Tiene todo un mes para terminar de cocinar a fuego lento lo que puede ser un menú exquisito de buen periodismo, un nuevo medio que, no me cabe duda, será parte de la historia del periodismo y quizá de la democracia de este país. Cuando hace años dejó un periódico para fundar otro tenía muchos menos recursos tecnológicos que los que ahora tiene. Y tenía también entonces menos grandes profesionales esperando la llamada. Y menos aprendices, nativos digitales, deseando entrar en el draft de una aventura tan grande. E hizo lo que hizo, al estrenar los noventa, el mundo del siglo XXI.
El quería seguir en su Mundo, cierto. Pero ni en sueños se las ha visto tan doradas como se le presentan ahora. Sacará un medio por Año Nuevo. Nuevo y electoral. Decisivo como pocos. Apasionante. Un regalo de los Magos a nosotros, opinión pública, a nosotros, demos debilitado, que después de invernar, en un dormitar irresponsable y soez, empezamos a despertar a base de palos.
¿Cómo será ese nuevo medio? A los niños, como esto será por Reyes, se nos permite soñar. Y ahora pedimos sobre todo independencia, que llevamos ya muchos años secuestrados por la rentabilidad económica del periodismo y el aprovechamiento político de esas sogas que tanto atenazan. El entorno digital permite ahora nuevos ingenios sostenibles, rentables inclusive. De pago, sí. Micropagos, que no está el horno para grandes desembolsos (aunque lo valga el buen periodismo). Pero mejor el muchos pocos de los 287 K y subiendo. También mediante el micromecenazgo, que ya triunfa en algunos focos allende los mares. Así se descentralizan los recursos, se atomizan, y no se está atado más que por la lealtad al ciudadano.
¿Los contenidos? Serán generalistas, sí, tirando de agencia para el fluir cotidiano, espolvoreado quizá por el suave condimento del contexto. Pero brillarán en sus páginas, sobre todo, los temas propios. Temas de investigación, relevantes, que es desde siempre su especialidad: función vigilante de cuarto poder. Sin entretenerse en exceso en chascarrillos de ladronzuelos de medio pelo. No sometidos a los rigores del espasmódico tempus mediático actual, sino al que marque una verificación que, eso sí, hace horas extras y si hace falta le roba horas al sueño.
 ¿Algo más? Sí, también entrevistas. Que es incisivo el personaje y, ahí sí, atrae audiencias hacia el buen periodismo. Si además le pone una guinda audiovisual, poniéndose ante una cámara experta, entrará en las corrientes sanguíneas de la viralización digital. Y una cosa más, por último, gestión de audiencias. Círculos de confianza, que en la fidelización a la marca está el futuro de estos nuevos periodismos.
Solo amanece cuando ha oscurecido lo suficiente. Y cierto que en el periodismo las tinieblas se han hecho ya bastante recias. Quizá algo importante esté por amanecer allá por el Año Nuevo.

¿Y si el periodismo se aplica?

Excelencia profesional, calidad del periodismo. Disciplina de verificación. Sí, desde luego. Pero es difícil aspirar a tan nobles ideales en un contexto de precariedad económica y de fin del modelo de negocio como el actual. Dejando para otro momento si es antes el huevo o la gallina –si la reactivación económica depende de una incondicional inversión en valores distintivos del periodismo- lo que parece indudable es que si encontráramos un modelo de negocio con futuro las aspiraciones se volverían más cercanas. Pienso en esto porque hace pocas horas me he decidido a pagar por una aplicación de Android de naturaleza informativa. Un coste irrisorio, cierto. Pero tan económico como real. Desde que hace años oí en un Congreso que la lógica de los micropagos a través del móvil puede ser un modelo de negocio válido para el periodismo, no ha dejado de interesarme como estrategia a valorar. Hoy releo en una interesante presentación que, además, esta lógica es compatible y atractiva para los amantes del “fridability”, aquellos que, de manera particularmente detenida, consumen contenidos periodísticos en fin de semana. Los medios informativos desarrollando apps de pago –micropago- mimando el diseño y pensando en ese consumidor de fin de semana: puede ser una salida factible, no lo descarto. Y corren tiempos válidos para asumir riesgos.

Indagar la brecha ética

Acabo de releer un interesante artículo del siempre sugerente Wolfang Donsbach. La traducción al castellano se titula “La brecha ética: por qué los alemanes desestiman a los periodistas y no confían en ellos”. Si bien es cierto que habla de un caso nacional particular, el análisis de las causas del desprestigio de la profesión periodística es aplicable al contexto internacional. En primer lugar, sostiene que una de las causas es la inflación de medios propiciada por las facilidades de la tecnología digital: la consiguiente inflación de periodistas hace que éstos dejen de ser una clase distinta y socialmente reconocida por sus audiencias. Por otro lado, alude a la repetición de escándalos mediáticos –plagios, empleo de escuchas y otras técnicas abusivas para la obtención de exclusivas, etc.-, que afectan a la valoración social del periodismo. El peso cada vez mayor de los factores económicos en las decisiones editoriales, la acumulación de noticias negativas en los espacios informativos periodísticos, y la convivencia indistinguible, en el escenario digital, entre información generada por profesionales y la compuesta por practicantes espontáneos del derecho a la información, son otras de las causas que provocan el desprestigio de los periodistas. Acertar con el diagnóstico de las causas es el principio adecuado para dar con el tratamiento conveniente. Y aquí Donsbach y su equipo, lejos de improvisar, fundamentan el diagnóstico en una sólida investigación. Atacando esos focos de desprestigio quizá se pueda restaurar el valioso activo de la credibilidad periodística

Sello de autenticidad en la marea digital

En medio del flujo incesante de información que circula por las redes, el valor añadido del periodismo ha de ser la exigente disciplina de verificación. Lo audiovisual -con su fuerza de atracción y su poderoso impacto- puede provocar bandazos significativos hacia la desinformación: una imagen nos puede hacer creer que el decorado azul es rojo. Son muy valiosos en este sentido los esfuerzos del periodismo por verificar los contenidos audiovisuales que circulan por la red antes de presentarlos en un medio tradicional como válidos. No hay que olvidar que la marca pone el sello de autenticidad, garantiza institucionalmente el contenido publicado. La BBC aportó ya hace unos meses una sencilla y clara lista de consejos para determinar la veracidad de vídeos y fotografías. En primer lugar animaba a hablar con la fuente original del material, pues esto va a hacer que el periodista forme rápidamente un sentimiento instintivo acerca de si la persona está diciendo o no la verdad. La BBC reconoce que, en ocasiones, puede que no sea posible o incluso que no resulte conveniente hablar con un activista cuya vida estará en peligro si le identifican. Pero guardar las cautelas necesarias no debe convertirse en una renuncia inmediata a este principio. Los consejos de la BBC son prudentes pero alientan a aprovechar unas fuentes que, muchas veces, acercan la realidad lejana y escondida al periodista: aconseja la BBC que si el material parece demasiado bueno para ser verdad, conviene ser escéptico, pero manteniendo la mente abierta. Otro consejo valioso: utilizar a expertos locales, cuyo conocimiento de las ciudades puede ser determinante para asesorar si las imágenes y videos muestran el lugar pretendido. La tecnología también puede ayudar: herramientas universales como Google Earth (para confirmar que las características de la supuesta ubicación que la foto) y TinEye enormemente útiles en este punto. En definitiva, lo de siempre en tiempos distintos: esfuerzos prácticos para reconquistar la credibilidad.

Por caminos locales

No son los primeros en hablar de una estrategia parecida. Tampoco la primera vez que lo oigo. Quizá sea por el contraste: acabo de ver con mis alumnos de 2º de Periodismo el interesante documental “Page One”, que analiza el hipotético escenario de la defunción del New York Times. Periodismo del bueno, ambiciones de excelencia que siguen tambaleantes. Ya digo que quizá sea por considerar la evolución de un medio enorme de referencia o porque todavía resuenan en mis oídos los resoplidos funerarios de mis alumnos, que al leer un informe optimista, una idea esperanzadora que poder sugerir, decido ponerme a escribir, aunque hoy no tocaba.
Dice una vez más CJR que “en Modesto, California, la necesidad de noticias es muy superior que el suministro actual de información”. Yo no lo conocía: al parecer se trata de una ciudad de unos 200.000 habitantes a noventa y dos millas al Este de San Francisco. Su dibujo mediático es simple: “un periódico de tamaño medio, una gran población hispana, el 16 por ciento de desempleo, y la segunda tasa más alta de robo de automóviles en el país”.
Tiene razón CJR cuando explica que hay en el mundo cantidad de pequeñas ciudades y pueblos con unos datos demográficos que no atraen a los empresarios, con intereses informativos tan diversos como asequible es su cobertura. Los residentes, por lo general menos digitales que los habitantes de zonas urbanas, siguen confiando en los medios tradicionales de comunicación.
¿Es posible que en el mundo global existan salidas de hiper-especialización no tan solo temáticas, sino también territoriales? Insisto en que la idea no es nueva: lo que dudo es si está suficientemente investigada.