Objetividad y periodismo de declaraciones

Al leer estos días, en distintos diarios, las batallas dialécticas en torno a la crisis económica, me venían a la cabeza las palabras de Kovach y Rosenstiel en su libro "The elements of journalism": “Los periodistas que seleccionan fuentes para que expresen lo que en realidad no es más que su propio punto de vista y a continuación utilizan esa voz neutral para darle visos de objetividad están inmersos en una forma de engaño. Eso daña la credibilidad de toda la profesión y la hace parecer deshonesta, arbitraria, carente de principios, lo cual constituye una formidable advertencia en una época en que los principios básicos de la prensa se ponen tanto en duda” (2001: 104). No son solo ellos. Son muchos los analistas que se han referido a las nefandas consecuencias desinformativas de semejante subterfugio.
No pocas veces los académicos que se han detenido a analizarla, han agrupado bajo la denominación “periodismo de declaraciones” todo este tipo de licencias. Con ese modo de actuar, desde luego que el periodista no toma partido: se limita a exponer las opiniones, a dar taquigráfica cuenta de la visión de otros, sin incorporar valor añadido alguno en forma de verificación. Y esto por una equivocada comprensión de la objetividad según la cual cualquier cesión a la intervención personal del periodista habría de ser considerada manipuladora. Es así como el periodismo de declaraciones parece convertirse en la mejor forma de evitar visiones parciales de los sucesos acontecidos: es permitir a la audiencia oir sonar las dos campanas recogiendo las declaraciones textuales de quiénes opinan de una manera y de los que opinan de modo diverso. Sin embargo, sus críticos alertan de los efectos distorsionadores de semejante práctica. Gabriel Galdón, por ejemplo, dijo ya hace años que “cuando existe una controversia entre los expertos, el criterio objetivista de recoger todas las opiniones, hacen que se metan en el mismo saco las insustanciales y las que tienen un fundamento sólido, sin dar al lector los medios para valorarlas. Se hurtan los aspectos sustantivos y se convierte en noticia la polémica misma” (GALDÓN G. Desinformación. Métodos, aspectos y soluciones, Pamplona, 1994: 38).
La manera de desequilibrar la balanza es simple e imita a la praxis parlamentaria: la última palabra corresponde siempre al partido mayoritario. Y como dice Arcadi Espada, "cuando el periodismo incorpora a su trabajo semejante mecanismo destroza el fundamento de su lugar en el mundo (la mediación) y privilegia la persuación frente a la verdad" (ESPADA, A. Periodismo práctico, Madrid 2008: 126). Por mi parte, solo cambiaría la palabra "mediación" por el compuesto disciplina de verificación. En este caso, aplicado al contenido de las declaraciones.

1 comentario:

  1. Buena reflexión!!! pero entonces en una noticia escrita ¿donde se incluye la declaración con más fuerza? Al ppio o al final..porque nadie en este país lee un periódico hasta el final...

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